jueves, 24 de noviembre de 2011

CADENAS - Ignacio Camaño

Te veo aquí, mujer...
A las puertas del otoño…
Y ese dulce y lánguido atardecer
en tu existencia,
te otorga...
¡La grandiosidad de lo sublime!

He aquí, mujer...
Que el sol que te ilumina
te confiere...
La excelsa magnificencia de lo arcano.
Y el dorado resplandor
que te ilumina...
Enciende...
¡La voluptuosa flama de la vida,
que comienza nuevamente
cada día!

Hete aquí, mujer...
Que en ti empieza,
a florecer la perenne primavera
que la ilusión engendra.
Al rasgarse las cadenas...
Que te aprisionaban,
al yugo infame
de la soberbia y la barbarie.
Y entonces...
¡Finaliza tu condena!

Estás aquí, mujer...
Con las alas desplegadas,
cual crisálida que sale del letargo
y emprende el vuelo avizorado…
Convertida en mariposa,
bebes los vientos...
¡Y te embriagas con el júbilo
de la libertad soñada ardientemente...!

Por fin has llegado, mujer...
Este es tu sino...
Ve adelante mujer,
siempre adelante...
Hacia el sol...
Hacia el amor...
Hacia la dicha...
¡Hacia los confines inimaginables
del futuro venturoso que te espera!

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