jueves, 24 de noviembre de 2011

AMATORIA - Liliana Marengo

Amatoria llegó a la Guardia del Hospital, muy lastimada. Sin embargo, ante las primeras preguntas de rigor, siempre decía, que necesitaba conseguir una pastilla para amar. Los jóvenes médicos se reían de esa mujer a la que habían apodado “Amatoria”. Pero yo, que ya había vivido lo suficiente, y había conversado con ella algunas madrugadas, en las que no había pacientes, sabía que Amatoria, vivía una relación desesperada con su consorte, con el que seguía por años interminables, sólo por cumplir el fuerte mandato, que decía que una mujer israelí, no debía abandonar a su prole por ningún motivo.

La enfermedad, entonces, parecía rotar mostrándose diferentes síntomas. A veces, se le partía el estómago. Otras, aparecía con fuertes dolores en el pecho. Esa noche, un dolor punzante en la espalda, hacía que caminara encorvada.

Recurrí, por simple formación clínica, a un placebo, que puse finalmente en su boca, para evitar su sufrimiento. La mujer me lo agradeció con lágrimas en los ojos y se fue presurosa a su casa, en donde la esperaba su infierno.
Amatoria regresó al Hospital, una semana después, y más lastimada todavía. Entonces me pedía por primera vez en tantos años, y media moribunda, que le consiguiera una pastilla para no amar.

-¿No te hizo efecto la pastilla que te di para que ames a tu marido?
-Sí, me hizo efecto, pero no me gusta amarlo.

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